Radiación
es el proceso de trasmisión de ondas o partículas a través del espacio o de
algún medio; el término también se emplea para las propias ondas o partículas.
Las ondas y las partículas tienen muchas características comunes; no obstante,
la radiación suele producirse predominantemente en una de las dos formas: en
ondas o en partículas.
La radiación mecánica corresponde a ondas que sólo
se trasmiten a través de la materia, como las ondas de sonido.
La radiación electromagnética es independiente de
la materia para su propagación; sin embargo, la velocidad, intensidad y
dirección de su flujo de energía se ven influidos por la presencia de materia.
Esta radiación abarca una gran variedad de energías. La radiación
electromagnética con energía suficiente para provocar cambios en los átomos
sobre los que incide se denomina radiación ionizante. La radiación de
partículas también puede ser ionizante si tiene suficiente energía.
Algunos ejemplos de radiación de partículas son los
rayos cósmicos, los rayos alfa o los rayos beta.
La radiación ionizante tiene propiedades
penetrantes, importantes en el estudio y utilización de materiales radiactivos.
Aunque las pruebas nucleares atmosféricas han sido
prohibidas por la mayoría de los países, lo que ha supuesto la eliminación de
una importante fuente de lluvia radiactiva, la radiación nuclear sigue siendo
un problema medioambiental.
Las centrales siempre liberan pequeñas cantidades
de residuos nucleares en el agua y la atmósfera, pero el principal peligro es
la posibilidad de que se produzcan accidentes nucleares, que liberan enormes
cantidades de radiación al medio ambiente, como ocurrió en Chernóbil, Ucrania,
en 1986.
De hecho, desde la desintegración de la Unión
Soviética (URSS), el mundo ha tenido ocasión de comprobar que la contaminación
de esa región por accidentes y residuos nucleares es mucho mayor de lo que se
pensaba.
El problema más grave al que se enfrenta la
industria nuclear es el almacenamiento de los residuos nucleares, que conservan
su carácter tóxico desde setecientos hasta un millón de años. La seguridad de
un almacenamiento durante periodos geológicos de tiempo es, al menos,
problemática; entre tanto, los residuos radiactivos se acumulan, amenazando la
integridad del medio ambiente.
Efectos biológicos
de la radiación, consecuencias de la acción de una radiación
ionizante sobre los tejidos de los organismos vivos. La radiación transfiere
energía a las moléculas de las células de estos tejidos. Como resultado de esta
interacción las funciones de las células pueden deteriorarse de forma temporal
o permanente y ocasionar incluso la muerte de las mismas. La gravedad de la
lesión depende del tipo de radiación, de la dosis absorbida, de la velocidad de
absorción y de la sensibilidad del tejido frente a la radiación. Los efectos de
la radiación son los mismos, tanto si ésta procede del exterior como si procede
de un material radiactivo situado en el interior del cuerpo.
Los efectos biológicos de una misma dosis de
radiación varían de forma considerable según el tiempo de exposición. Los
efectos que aparecen tras una irradiación rápida se deben a la muerte de las
células y pueden hacerse visibles pasadas horas, días o semanas.
Una exposición prolongada se tolera mejor y es más
fácil de reparar, aunque la dosis radiactiva sea elevada. No obstante, si la
cantidad es suficiente para causar trastornos graves, la recuperación será
lenta e incluso imposible. La irradiación en pequeña cantidad, aunque no mate a
las células, puede producir alteraciones a largo plazo.
Los trastornos son por
Dosis altas de radiación sobre todo el cuerpo,
producen lesiones características. La radiación absorbida se mide en grays (1
gray equivale a 1 julio de energía absorbido por kilogramo de material; su
símbolo es Gy).
Una cantidad de radiación superior a 40 Gy produce
un deterioro severo en el sistema vascular humano, que desemboca en edema
cerebral, trastornos neurológicos y coma profundo. El individuo muere en las 48
horas siguientes.
Cuando el organismo absorbe
entre 10 y 40 Gy de radiación, los trastornos vasculares son menos serios, pero
se produce la pérdida de fluidos y electrolitos que pasan a los espacios
intercelulares y al tracto gastrointestinal. El individuo muere en los diez
días siguientes a consecuencia del desequilibrio osmótico, del deterioro de la
médula ósea y de la infección terminal